jueves, 16 de enero de 2020

Demonios que no eran demonios.

El hombre corrió a la salida tras los visitantes, miró hacia la calle, hasta que los vio perderse rumbo abajo, y cerró la puerta. Giró doble llave de la puerta de entrada y lo ismo hizo en la puerta principal. Sus manos sudaban, sus ojos algo vidriosos y una respiración entrecortada se dibujaba apenas en su esternón.
Daban las 7:00 de la mañana, era otro día de espanto, de querer comunicar a alguien lo que estaba ocurriendo. Levantó el teléfono, como lo había hecho miles de veces en ese cuarto de hora; la línea estaba muerta y una voz chillona de una operadora le indicaba la situación. Si esa mujer fuese real.. pensó, si sólo pudiera verla, si pudiera convencerla de esta espantosa situación que vivo.
La tetera sonó en la cocina, caminó vacilando y giró la válvula del gas; el sonido se apagó como algo orgánico, como un animal en agonía respirando por última vez.
Sacó una taza de la repisa y aunque estaba limpia la volvió a lavar un par de veces. Sacó un tarro de café en polvo de su escondite de mercaderías ( que podía atesorar debido a la buena voluntad de su cuidadora), que era una mujer amable pero no de confiar. Agregó una cucharada de café a la taza, luego el agua y un comprimido de edulcorante que se disolvió crispando un ruidito tenue como de un pajarillo despertado a media noche. El vapor de la taza ascendía, como rostros, como almas  de los muertos, como ángeles, como demonios.
Una vez siendo niño, había oído la historia de que el demonio aparecía en una quebrada profunda, del murallón de cerros del pueblo del interior de donde era originario. Y salió de tarde, con una vela dentro de un tarro, a modo de linterna, Se hizo de noche, hasta llegar a una hondonada de árboles y piedras molidas de la vieja mina abandonada,
Cuando la oscuridad ya no permitía ver las manos, intentó encender su lámpara de cebo, pero cuando frotó el cerillo contra la caja, una flama como una mano, como un brazo, como parte de algún animal extinto alcanzó su cuerpo rápido, siniestro,  y corrió, corrió quebrada arriba, sus ojos estaban impávidos y la llama ahora pequeña, saltaba entre una piedra y el lecho húmedo de una acequia, elevándose y volviendo al piso.
Casi no se atrevía a mirar, en el negror de la noche esas líneas de fuego azul eran como rayos, como como agujas, como almas demoníacas entrando en nuestro mundo.
Y ahora, cuarenta años más tarde, recordó con un gesto indescriptible, que más parecía el rictus de un descerebrado, las explicaciones sobre combustión espontánea, los fuegos fatuos.

jueves, 9 de enero de 2020

Purificación o tránsito a la otra vida.

Ves esa Cordillera?, me dijo la muerte...
Camina sobre esos despeñaderos, ahí,
Siéntate y llora,
Porque ya sabrás que los viejos lloran más que los niños,
llora,
llora hasta cubrir de agua salada esas rocas resecas y quebradizas,
así sanarás tu alma,
con la deshidratación,
con la hambruna,
con la falta de amor,
eso querías verdad?...
Así por fin, tu sufrimiento terminará para siempre.