viernes, 3 de septiembre de 2021

Despedida

 


I.

Me despido,

Me despido de todo,

Hoy me despido de todo,

De la tierra,

De la tierra suelta de la montaña,

De la tierra húmeda del sur de Chile,

Esa con olor a cáscaras de castañas enmohecidas,

Esa que guarda el cuerpito de un ave pequeña por allá en Coñaripe.

 

II.

Me despido del agua dulce,

El agua dulce,

Ese líquido mágico que me acompañaba cuando niño,

En esa botella de vidrio azulado,

Que bebía como un aroma de moléculas antiguas,

Que deformaba el mundo depositada en un trozo de vidrio,

Que me mostró que dentro de este mundo, había otro mundo.

 

III.

Me despido del aire,

El aire que tantas veces inundó mis pulmones,

Que tantas veces sació mi inquietud,

de esperarte madre, cuando niño,  a la salida del colegio,

hasta que llegabas y entonces aire,  ya parecías innecesario.

 

 

IV

Me despido de los árboles,

De todos los árboles que alguna vez haya visto,

Aquellos que aterraron mi mente en las noches de luna en el campo,

Que me parecían gigantes sin cabeza, demonios, ángeles tramposos,

De los árboles que acompañaron mi infancia,

Y mi vida toda, mis olivos,

para quienes no existe el otoño.

 

V.

Me despido del mar,

De esa línea infinita en el horizonte,

De sus olas,

De su sabor salobre, como las lágrimas de las partidas,

Como la sangre.

De sus sonidos,

Como patrones irregulares,

A veces como ronquidos del animal antediluviano,

A veces como caricias, como susurros al oído.

 

VI.

Me despido de mis amigos,

De todos,

que como un racimo robado en el campo, llevaba uvas diversas,

algunas ácidas como el limón, otras dulces como las guindas

y otras amargas como la hiel de un animal muerto.

Amigos,

algunos gajos cayeron antes,

cuando aún no se esperaba,

otros estarán leyendo este párrafo que les dedico.

Amigos,

Las almas que me han acompañado en este camino,

Las almas que espero alguna vez volver a encontrar.


VI.

Me despido,

de mi mujer,

fuerte como las rocas magmáticas de la cordillera,

tierna como los pétalos de una Añañuca,

dulce como el agua,

como las mermeladas del verano que hacía mi madre,

como el azúcar de la miel del frasco olvidado en la despensa improvisada,

Que me abrazó tantas veces,

En el negror vacío de la noche,

Cuyo amor me llevo como una linterna, como un tesoro.

 

VII.

Me despido,

De mi hija,

Brillante como el sol,

Sensible como la mirada de un colibrí,

Necesaria como el aire,

Que a veces como un espejo mostró mis demonios,

Que amo hasta la eternidad.

 

VIII.

Me despido

de mis compañeros de viaje,

de aquellos que se les ama en contra de los hombres,

en esta nave preciosa que viaja por el firmamento,

de todos ellos,

de mis gallos,

de mis perros,

de mis gatos,

de mis ratitas,

de los pájaros que casualmente me acompañaron,

de las hormigas que nerviosas compartieron mi infancia

de todos,

que me vieron reír,

que me vieron llorar,

para quienes no hay justicia ni nunca la habrá,

mientras exista un ser  humano en la tierra.