miércoles, 18 de abril de 2007

De Luna y de Viaje

I.
Un olor primitivo tocó mis sentidos,
Como de avellanas tostándose en el incendio del campo,
Como de una noche que se arrastra, como marea en una playa que nadie mira.


II.
Así se llenó la luna de fantasmas,
Recortando los cerros del valle central,
La luna,
Como una luciérnaga inmortal,
Tiñendo de plata las formas,
Las figuras en la penumbra,
que desaparecen, cambian, se confunden,
en un universo en blanco y negro, y las margaritas del campo y las piedras,
brillan y dejan de brillar.


III.
Mientras viajo de regreso a casa,
Algo me dice que abandono la vida, toda la vida,
Para refugiarme en la caverna abandonada,
En silencio,
Donde ya nadie cuida el fuego,
Donde lo mismo es el día que la noche.


IV.
Mientras viajo,
La luna redonda me acompaña, como un vestigio de mundos lejanos,
Donde no se respetan las leyes de la naturaleza,
Donde el hombre no tiene importancia.


V.
Quién te dijo que los árboles no asustan en la noche,
Vi reyes deformes y súbditos hablando en voz baja,
Mariposas ingenuas atadas a la tierra,
Grandes animales antediluvianos,
Y volcanes extinguidos,
Planos, como un montaje macabro,
Como un escenario preparado para el gigante,
Que quizás haya muerto,
Pero no me alivia,
Su fantasma se me ocurre como una noche eterna.

VI.
Estaremos equivocados?
O sólo basta sumergir las manos en el agua delgada que corta el camino,
Tocarla,
Untar los dedos en esa sustancia sabrosa,
Fría y delicada,
Que hace florecer hasta los párpados del muerto
Bebe,
Bebe de este cielo,
De este aire, de esta tierra,
Embriágate de los aromas dulces del campo,
Del olor del pasto cegado en la tarde,
De la chimenea en ruinas,
Del este delicado rayo de luna,
Que empuja tu cuerpo hacia el origen,
Como una promesa,
Como un deseo cumplido.